domingo, 26 de julio de 2015

Manzana Jesuitica - Iglesia de la Compañía



Los primeros años...

Si bien en 1591, las autoridades del Cabildo le habían ofrecido a los Jesuitas la manzana situada entre las actuales calles Salta, Rosario de Santa Fe, 25 de Mayo y avenida Maipú; la Orden de Loyola no se instaló en dicho terreno.
Pasaron ocho años hasta la radicación de los Jesuitas en Córdoba, la que se concretó en la actual manzana situada entre las calles Obispo Trejo, Duarte y Quirós, Caseros y la avenida Vélez Sársfield. El 20 de marzo de 1599, el padre Rector Juan Romero tomó posesión efectiva de este terreno cono todo lo plantado en él, como ermita edificada unos diez años antes por los Franciscanos y los vecinos de la incipiente villa.
Desde entonces, los Jesuitas iniciaron una rápida y prolífica labor estableciendo el Noviciado, el Colegio Máximo (Universidad), la Iglesia de la Compañía, el Monserrat y las estancias cordobesas.

"...y entraron a la dicha ermita con el ayuntamiento e hicieron oración; y después de levantado el dicho capitán dijo: que le daba e dió posesión real, actual, corporal, señorío de la dicha quadra para que en él edifiquen casa según es costumbre; y el dicho señor padre rector Juan Romero dijo que tomaba e tomó, y aprehendía y aprehendió la posesión de la dicha quadra con lo que en ella está edificado, de día, quieta y pacíficamente, sin contradicción de persona alguna y en señal de posesión, estando dentro de la dicha ermita, mandó que los que en ella estaban se saliesen fuera, y muchos de ellos se salieron affuera de la dicha quadra, y arrancó una mata de yerba, y la arroxó con la mano derecha, y de todo pidió se le dé testimonio..."


Fragmento de la escritura de donación
Córdoba, 20 de marzo de 1599


Primer plano de la ciudad de la ciudad de Córdoba (anónimo)



Las iniciales construcciones

Como bien se menciona en la escritura de donación, la única edificación existente en el predio de la manzana era una ermita. A los pocos días de la donación, los Jesuitas comenzaron con las obras de su casa y convento. Hacia 1606,ya estaban finalizadas las primeras construcciones destinadas a levantar los cuartos necesarios para vivienda como así también una nueva capilla, presumiblemente en reemplazo de la ermita, cuyos austeros materiales no pudieron resistir el paso del tiempo.
Era intención de los Jesuitas que la casa de los novicios estuviese separada de las de los estudiantes, aunque esto resulta casi imposible por las exhaustas arcas jesuíticas que obligaban a estrictas limitaciones.
Por un tiempo el Noviciado, cuyo edificio quedó inconcluso junto a su capilla, fue trasladado al solar situado en frente de la Plaza Mayor. Varias décadas después, el Noviciado se mudó a la casa donada por los hermanos Francisco e Ignacio Mujica, cuya cripta puede ser observada en la actual esquina de Rivera Indarte y Colón.



Volviendo estrictamente a la Manzana Jesuítica, los religiosos incorporaron a los pocos años la manzana situada al sur, en tanto solicitaban al Cabildo que se les permitiera unirlas cerrando la calle (actual tramo de Duarte y Quirós entre Av.Vélez Sársfield y Obispo Trejo). Dicho trámite fue aprobado en 1623, por contrapartida los Jesuitas debían construir un puente a su costa.




La Capilla Doméstica

También se han suscitado impresiones sobre la fecha de construcción de este bellísimo templo. El padre Provincial Francisco de Zurbano hizo referencia a una Capilla Doméstica hacia 1644; en tanto que el arquitecto Luis Onetto señaló que la edificación de la misma habría comenzado en 1666 o un poco antes, y finalizado en 1668, según  lo que establecen las cuentas de gastos de la época.
Seguramente, la primitiva Capilla Doméstica tenía una mayor longitud, abarcando el actual hall de ingreso, debido a la secuencia incompleta de las Letanías en el techo de la capilla. Precisamente el techo es uno de los elementos más llamativos de la capilla, armado con gruesas cañas tacuaras y recubierto de cueros de vaca posteriormente pintados. Otro elemento destacado es el retablo,obra del arquitecto italiano Brassanelli, en la que sin dudas intervinieron artistas indígenas de las misiones.

Imágenes del retablo y bóveda

Sacristía (se presume que allí se encontraba la antigua ermita)

La Iglesia monumental



La edificación de este imponente templo fue posible gracias a la donación de un dilecto hijo de Córdoba: Manuel Cabrera, nieto del fundador de la ciudad. En 1626, Manuel Cabrera viajó a Europa junto al Jesuita Gaspar Sobrino, quien iba a Roma para desempeñarse como Procurador de la Orden. Dieversas alternativas debieron sortear los viajeros, como la amenazante presencia de piratas holandeses y una fuerte tempestad llegada a Lisboa. Ante la casi segura zozobra, el joven Manuel Cabrera hizo la promesa de que si salía con vida de tan comprometida situación ingresaría a la Compañía a la que donaría unos 15.000 ducados de oro. En cumplimiento de sus votos entró en el Colegio de Tarragona, Aragón; y posteriormente, cuando recibió su herencia en 1635, otorgó un poder a los padres Laureano Sobrino, Francisco Velázquez y Francisco de Córdoba con el fin de efectivizar la donación de sus bienes en Córdoba con la expresa condición de que los mismos fueran destinados a la construcción de una nueva iglesia.
Hacia 1638, la Compañía ya contaba con esos bienes, pero ya sea por desidia o por falta de recursos humanos capacitados para realizar el proyecto, el inicio de la construcción de la iglesia estaba demorado. Además, otras urgencias hacían tentar al Padre Provincial Francisco de Zurbano a utilizar esos fondos en otras acciones, pero la firme decisión del padre General Mucio Viteleschi determinó que se debía respetar la voluntad de Manuel Cabrera. Además, las recurrentes demoras en la ejecución definitiva de la obra también encendió los reclamos de los propios familiares de Cabrera.
Existen dudas sobre la fecha exacta del inicio de las obras de este templo, cuya ejecución fue casi un siglo anterior a las grandes obras de las estancias jesuíticas cordobesas. Por un lado, es posible apreciar diversas piedras sapo con la inscripción del año en que fueron terminadas distintas etapas; así por ejemplo, es posible apreciar los años de 1653,1654 y 1667 para el inicio de las bóvedas, en tanto una de las torres posee la inscripción 1673 y la otra 1674. Por otra parte, en 1659 los Jesuitas pidieron autorización al Cabildo para avanzar sobre la calle (hoy Caseros) con el crucero del templo.


Insignia de la Compañía de Jesús. JHS (Jesus Hominum Salvador)



No obstante, todos los indicios hacen presuponer que la iglesia de la Compañía fue empezada hacia el 1650, y su erección estuvo ligada principalmente al nombre de Felipe Lemaire. Si bien se le adjudica a este constructor francés la brillante realización de la bóveda de madera, es de suponer que estuvo involucrado desde el comienzo mismo del proyecto, ya que los gruesos muros levantados sin la presencia de contrafuertes obligan a presumir que desde los albores se había pensado en un techo liviano para cubrir 10 metros de ancho de la nave principal. En efecto, tal distancia era poco menos que imposible de ser cubierta por un techo de mampostería, debido a su peso, como tampoco por un techo con cabriadas de madera por falta de tirantes de más de 10 metros de largo. Básicamente, la idea de este constructor naval era la de armar una estructura íntegramente de madera con forma de quilla de barco invertida.
El propio Lemaire viajó a las misiones del Paraguay para seleccionar las maderas que iba a utilizar en la techumbre, al igual que los nativos carpinteros que las iban a cortar y posteriormente a trasladar hasta Córdoba. El largo viaje se hizo por el río Paraná hasta el Carcarañá, y de allí hasta la capital cordobesa.
Por debajo de la bóveda se colocaron bastidores de tela y cuero que luego fueron pintados, mientras que por arriba actualmente se pueden observar tejas en la nave principal y ladrillos en la nave del crucero y cúpula, la que por el exterior adquiere forma piramidal.

Así como abundan las impresiones sobre las distintas etapas de la construcción entre 1650 y 1674,lo cierto es que el templo fue consagrado en 1671. A dicha ceremonia asistió en representación del obispo del Tucumán, don Francisco de Borja, el obispo de La Paz, fray Gabriel Guillestegui.
Posteriormente, a fines del siglo XVII y comienzos del XVIII, un sinnúmero de artistas colaboraron con su labor en la decoración del interior de la Iglesia. Algunas de estas expresiones resultaron quemadas en el incendio de 1961. Lamentablemente, después de la expulsión de los Jesuitas en 1767, diversos elementos fueron sacados de la Iglesia de la Compañía. Por ejemplo,la puerta cancel que actualmente se halla en la Catedral; el frontal de la plata emplazado en la Iglesia de Santo Domingo; y el tabernáculo que luego de ser llevado a la Catedral pasó a la Iglesia de Tulumba. También existieron algunos intentos de trasladar la Catedral al templo de la Compañía, lo que finalmente no sucedió.



Felipe Lemaire
El ingenioso hacedor de barcos

El Cnostructor de la Iglesia de la Compañía de Jesús nació en Illes en 1608, pequeña población ubicada en el norte de Francia. En su tierra natal trabajó en los astilleros del puerto, reuniendo amplios conocimientos sobre construcciones navales. De allí continuó con su oficio en Portugal, luego viajó a Inglaterra y posteriormente cruzó el oceáno Atlántico arribando al Brasil.
Al Nuevo Mundo llegó de la mano de un caballero portugués que lo apreciaba sobradamente,al punto de tratar de convertirlo en su heredero. Felipe, en tanto, simpatizaba con los Jesuitas de la provincia, y deseoso de compartir con ellos su vida y emplear sus habilidades, pidió y obtuvo ser admitido en la Compañía en calidad de hermano coadjutor.
De esta manera ingresó en el Noviciado de Córdoba en el mes de noviembre de 1640, realizando sus últimos votos en Santiago del Estero en 1654.
En la época en que llegó a Córdoba, se pensaba construir una nueva Iglesia en el Colegio y seguramente en aquel debate Lemaire participó activamente,sugiriendo cómo construirla. Cinco años después, se aprestaba el delineamiento de la misma y sólo Lemaire se encontraba en Córdoba como un verdadero entendido obras de arquitectura. Si bien nos hay documentos que afirmen su participación como proyectista de la Iglesia, sí los hay que atribuyen y alaban la resolución del techado llevada a cabo por él.
No obstante, su participación en obras de arquitectura debe haber sido frecuente, ya que en el año de su muerte el padre Provincial lo elogiaba ante el General de Roma expresando que la obra de Lemaire "había sido la más provechosa en construir casas en la Provincia".
Lemaire viajó a las misiones para elegir personalmente las maderas que cubrirían la nave del templo de Córdoba, y de allí e volvió con indios especialistas en estas labores.
Finalmente, la Iglesia se consagró en 1671, año en el que precisamente Lemaire murió en Córdoba.

Ingreso, coro y bóveda

Hacia 1914, en tiempos de conmemorarse el centenario del restablecimiento de los Jesuitas por parte del Papa Pío VII, se desarrollaron diversas tareas de reparación en distintos edificios de la orden de Loyola.
Se planteó entonces un profundo debate sobre la fachada, inconclusa o no, de la Iglesia de la Compañía, existiendo diversas y hasta contradictorias opiniones sobre qué acciones realizar en dicha fachada.
Finalmente, se dicidió proceder a la realización de una nueva fachada, encargándosele el ante proyecto a Juan Kronfuss. Tiempo después, este anteproyecto pasó al olvido y se comenzó a evaluar el del joven Guido Buffo, en que no pudo ser llevado a la práctica por falta de fondos.
Hacia 1941, el proceso de restauración, dirigido por el arquitecto Luis Onetto, terminó por remover todo el revoque dejando expuestos los viejos muros de piedra característico.


Fotografías que muestran la estética a comienzo del siglo XX


Nave central


Retablo principal

La planta de la iglesia está dispuesta en forma de cruz. La nave central tenía a sus costados dos capillas. Sobre un entre piso de madera, apoyado en la fachada, se ubica el coro. En tiempos coloniales los instrumentos eran fabricados en las misiones y los indígenas participaban en los coros y orquestas. El armario colonial tallado en madera guardaba las partituras. Actualmente la cultura musical barroca de los jesuitas es interpretada gracias a la conservación de estos registros.

Otro trabajo en madera realizado en las misiones es el púlpito, desde donde el sacerdote realizaba las lecturas y su homilía. El retablo original también fue enviado desde las misiones paraguayas. De todos los trabajos el que más se destaca es el de la bóveda. En este caso las diferentes maderas, entre las que predomina el cedro paraguayo, fueron encastradas y talladas para construir y decorar el techo y la cúpula. Lamentablemente, un incendio ocurrido en 1961 quemó parte de los lienzos de la bóveda, que fue parcialmente restaurada en 1970.
Objeto destacado
Púlpito - Madera
Es una estructura elevada de madera coloreada y tallada con motivos florales. Desde este estrado se impartían los sermones. Está ubicado en uno de los costados de la nave central de la iglesia.



Un modelo para la provincia jesuítica

La construcción de la iglesia de la Compañía transcurrió durante algunos gobiernos jesuíticos que,desde Roma, imponían ciertas normas o criterios que , aunque no siempre se tuvieron en cuenta, creemos que en alguna medida influyeron en su factura.
Así por ejemplo,durante el generalato del padre Vicente Caraffa, entre 1646 y 1649, se produjo un debate interno sobre la extravagancia ornamental de algunas iglesias e incluso residencias y colegios jesuíticos.Fue entonces cuando desde Roma se ordenó quitar todas las pinturas de los claustros, rehusándose incluso el mismo Caraffa a decorar la capilla de San Ignacio de aquella ciudad.
Sin embargo, uno de sus sucesores, el padre Paulo Oliva (1661-1664),promovió todo tipo de empresas artísticas, argumentando que debía hacerse una cuidadosa distinción entre las residencias jesuíticas, donde era menester reflejar la santa humildad, y las iglesias de la orden, las cuales tendrían que alcanzar la sublimidad de la omnipotencia eterna de Dios con tanta pertenencia de gloria como se pudiera conseguir. Esa era la Iglesia militante y triunfante, con construcciones masivamente ornamentadas cuyos modelos eran las mismas iglesias de Italia o España que relativamente servían de patrón en América.
Aunque la discusión sobre la ostentación e producía dentro del seno de la Orden, los colonos españoles y nativos no ponían en duda aquellos preceptos y aprovechaban para cargar contra los Jesuitas.Las suntuosas iglesias, grandes casas, considerables extensiones de tierra, sumadas al control de las redes comerciales, cientos de esclavos y sirvientes, eran los símbolos de riqueza que colocaban a la institución religiosa en un digno protagonismo dentro de la estructura de poder colonial. Todo esto siempre fue cuestionado tanto por las autoridades de Roma como por parte de los mismos Provinciales. Tal es el caso del padre Visitador Antonio Garriga, quien en 1710 y en órdenes sucesivas, tuvo que imponer límites a los excesos de riquezas reflejados en las construcciones. Del otro lado del Atlántico lo hacía el padre General Tamburini,cuyas actitudes fueron terminantes sobre la prohibición de ornamentar con riquezas temporales las iglesias, y particularmente en Córdoba con la construcción del noviciado, del que quedó sólo la cripta de una gran iglesia que nunca se levantó.

No obstante, en Córdoba, estaba al frente de la provincia el padre Lauro Núñez (1632-1719). quien en se probada rebeldía hacía decorar la bóveda de la Iglesia con notables pinturas, únicas en su tipo, realizadas seguramente por entrenados indios guaraníes. A ello le sumaba un friso donde se ubicaban retratos de jesuitas ilustres, intercalados con tallas de inigualable factura.
En las paredes de la nave se colocaron grandes cuadros mientras que presidiendo la Iglesia se ubicó un notable retablo construido posiblemente por el arquitecto José Brasanelli (1658-1728), que fue acompañado por un magnífico tabernáculo altoperuano, ubicado hoy en la Iglesia de Tulumba. Además de todo ello, se agregaron otros siete altares, que en 1690 Inocencio XI les concedió las mismas indulgencias que se ganaban ornando en la Basílica de San Pedro en Roma a los fieles que los visitaran.
Con el tiempo se sumaron a la Iglesia su espléndido púlpito con tornavoz, la puerta cancel, que hoy se encuentra en la Catedral y el espléndido aguamanil de la ante sacristía. Otros objetos como orfebrería y las grandes lámparas, de 125 libras que describe existentes José Klausner, han desaparecido.
La Iglesia, con sus dos capillas laterales, techadas por una misma estructura de madera, de la que hoy sólo subsiste la de la nave central, se constituyó en un modelo a seguir en los templos de las misiones, cuando por el siglo XVIII se rehacían sus deterioradas iglesias.

Carlos A.Page



Antesacristía

El espacio de la antesacristía contiene una obra de piedra sapo labrada en tiempos coloniales, de destacada factura. El aguamanil es una pequeña fuente que permitía lavar las manos y proveer de agua en el ingreso desde el noviciado hacia la iglesia. Su diseño barroco incorpora columnas y ornamentaciones que reflejan el mestizaje artesanal, producido por el trabajo indígena bajo la dirección de los jesuitas. En el nicho central la figura de la Magdalena. En la vitrina de la sala se exhiben los métodos de construcción antiguos que permitieron levantar este conjunto de edificios durante la colonia.

Aguamanil realizado en piedra sapo que se encuentra en la ante sacristía

Campanario


La construcción del templo se llevó a cabo por etapas, y demoró más de medio siglo. En un principio se usaron piedras para levantar los muros, pero para cuando se proyectaron las torres comenzaron a utilizarse ladrillos. Las fechas labradas en piedra de 1673 y 1674 indican los años en los que se construyeron las torres. El diseño del Campanario es renacentista, destacándose sus aberturas con arco de medio punto y sus techos rematados en forma de pirámide. El uso de tejuelas y maderas provocaba el constante deterioro del remate de las torres. En el siglo xix estos fueron reemplazados por construcciones curvas más cercanas al barroco, que modificaban la integridad del conjunto. Finalmente las torres fueron restauradas en el estilo original por al arquitecto Kronfuss, en sus reformas de la década de 1920.

La altura del campanario era fundamental para que el sonido de las campanas llegara hasta los suburbios rurales de la pequeña ciudad, llamando a la población a los servicios o indicando eventos. Estas campanadas eran utilizadas por los jesuitas para marcar horarios de rezo o estudio. La torre también permitía dominar con la vista el entorno de la iglesia. De esta manera podían anticiparse arribos de visitantes o mercaderías y también realizarse observaciones climáticas o astronómicas



Las capillas laterales

Ambos laterales de la nave principal, entre la nave del crucero y las torres, se levantaron sendas capillas: la de los Españoles, a la izquierda, y la de los Naturales, a la derecha.
La Capilla de los Españoles, puesta bajo la advocación de María Inmaculada, fue levantada en el siglo XVIII para que fuera utilizada por los nativos de la Península Ibérica o por sus descendientes. Amediados del siglo XIX esta capilla comenzó a ser utilizada para los actos de entrega de los grados universitarios, convirtiéndose después de varias modificaciones durante la segunda mitad del siglo XIX, en el hoy conocido Salón de Grados.
En cuanto a la Capilla de los Naturales, la misma se levantó contra la actual calle Caseros, donde habría sido lugar destinado a cementerio. Esta capilla usada por los negros o esclavos, fue puesta bajo la protección de Nuestra Señora de la Candelaria pero su presencia no llegó hasta nuestros días. en ése mismo lugar, en noviembre de 1877, se iniciaron las obras de la actual Capilla de Lourdes.
Después de la expulsión de los Jesuitas en 1767, ambas capillas fueron empleadas por un tiempo como aulas para el dictado de enseñanza a los niños.

Actual Salón de actos (Capilla de los Españoles)

Capilla de Lourdes (de los Naturales)

Entre Fábula y fantasías...

Lo extraordinario de esta iglesia,levantada en tiempos de epopeya,sin contar con materiales de fácil alcance,ni con mano de obra experimentada, ha despertado desde siempre particular asombro.
Ya en el siglo XVII era motivo de admiración su imponente presencia en una ciudad que "no era en realidad más que el lecho del río,con pocos árboles aislados y grupo de piedras y arena con poco pasto...Por eso dicen las annuas que el templo hace muchas ventajas en hermosura y primor.Hay que imaginar su nave, engalanada de luces,rutilante de oro y color,en los actos académicos de pintorescos cortejos, togas y cabalgaduras, que eran la fiesta por excelencia de la ciudad.
Quizás por esto, la historia de su construcción se repite envuelta en lugares comunes arraigados,que no resisten la confrontación con documentos,o el análisis atento del fabricado.
Así por ejemplo,que el edificio carece de una idea constructiva ,erudita.Que se habría trazado una simple planta en cruz de nave única y se habrían comenzado a levantar los muros poco menos que a la buena de Dios,sin prever demasiado la cubierta.
Que la intervención del Hno. Lemaire fue una coincidencia providencial cuando,llegados a la altura del nacimiento de la bóveda,resultaba imposible cubrir la nave con techo basilical,de vigas horizontales, por no haber bosques en la región que proveyeran de tirantes de más de diez metros de longitud. Lemaire habría aplicado ingeniosamente en la contingencia,sus habilidades de astillero,de manera que la bóveda resultante es una quilla de navío invertida...
Son tópicos repetidos,la verdad histórica parece ser distinta.

En los años de la construcción de la iglesia,estaba en Córdoba el jesuita Bartolomé Cardenosa arquitecto conocido por su actuación en el territorio de la Misiones desde 1634. Resulta entonces obvio pensar que teniéndose que enfrentar una obra de importancia suma,como era la nueva iglesia del Colegio,contando con financiación más que abundante,habrá sido concebida a lo grande y se habrá recurrido al arquitecto disponible. Aunque no se cuente con la documentación precisa,es obligado sostener que Bartolomé Cardenosa fue el autor del proyecto.
La hipótesis se fortalece con referencias que convergen sobre él. En una carta que le dirige el P.General de los jesuitas Muzio Vitelleschi,fechada en Roma en diciembre de 1634,se lee.."con no pequeño consuelo he leído la del carísimo Hermano de octubre de 1631. El libro de arquitectura y dibujos que pide,procurare que vayan en la primera ocasión". Además, a él le cabría la advertencia del mismo Vitelleschi de que se moderasen las iglesias de las Reducciones concebidas "grandes y costosas,y de mucho trabajo para los pobres indios", hecha precisamente cuando Cardenosa estaba activo en las Misiones.
La admonición cabe muy bien al perfeccionismo de quien, en medio de tanta indigencia como la que se soportaba entonces en estas latitudes, piden a Roma un libro en boga de diseño arquitectónico.
El libro en cuestión, por la difusión que tenia entonces en Europa,y por su temática de arquitectura económica,no puede ser otro que el citado anteriormente de De l`Orme, ya sugerido por Carlos L.Oneto como inspirador de la bóveda.
Según el relevamiento llevado a cabo por Franco Laner,el templo resulta construido con el módulo que De l`Orme recomienda para levantar una iglesia. La coincidencia es demasiado armónica para que sea casual.
Así, el requerimiento al Hno. Philippe Lemaire para intervenir cae de su peso. Tenía entre sus antecedentes la experiencia del trabajo en madera como astillero en su nativa Flandes. Pero es necesario corregir el lugar común de que su concurso haya sido aleatorio o providencial. La arquitectura de la iglesia prueba que fue planeada para recibir una cubierta de madera.Vigas del largo que requerían las crujías para hacer techumbre plana,se conseguirían. Lo prueban las que sostienen el Coro en el fondo de la nave. Pero es evidente que debiendo traerlas también del Paraguay, resultaba más conveniente aplicar el sistema que se usó, tomado de De l`Orme. Porque implicaba trasladar piezas de dos metros de largo con un espesor de algunas pulgadas, en lugar de tirantes de más de diez metros de longitud.
Se suele repetir que Lemaire,puesto en la necesidad de techar la iglesia,pide a Europa el tratado de De l`Orme. Tal cosa resulta de una lectura incorrecta del elogio fúnebre del benemérito jesuita,incluido en la annuas de 1669. El dato allí consignado es que Lemaire "sacó la forma de esa estructura de un libro impreso entre los galos...realizándolo no obstante no haber visto ejemplar alguno anteriormente". Lo que no significa que fuera él quien hiciese venir el libro de Francia. Ya que la arquitectura de la iglesia, que es anterior a la techumbre,se deduce de la misma obra de De l`Orme.
Por otra parte resulta una hipérbole excesiva, la frase del Padre Lozano en la annua citada:..."con la cual ninguna otra estructura semejante de Europa puede compararse". La expresión se contradice en parte con la historia, porque  sabemos que las técnicas de De l`Orme, lo que hoy llamaríamos madera laminada, fueron muy usadas en Europa, dada la enorme difusión que tuvo su tratado, aun cuando, como bien señala Laner, el Hno. Lemaire aplicó también,como recurso de su ingenio, el principio de los estados de coacción, transformando las técnicas propuestas por el libro, en un ejemplo diverso, en parte enriquecido y digno de mención.
Que la bóveda de madera resultante fuese el casco de un navío invertido, es una hermosa expresión literaria. Pero no es válida tomada como expresión no metafórica. La bóveda de la iglesia de la Compañía, puesta a flotar, daría una vuelta de campana y se hundiría al instante. Lemaire la pudo llevar a cabo por ser un óptimo carpintero desempeñándose como astillero y no porque fuese un óptimo astillero que se tuvo que desempeñar como arquitecto.

Detrás de la iglesia, sobre la misma calle, está la Capilla que alguna vez fue del Noviciado, llamada Doméstica. Su arquitectura no tiene nada de particular, un aula rectangular de doce metros por seis. Pero su bóveda, también de madera, es semejante a la de la iglesia por su estructura y decoración. Se ha sostenido muchas veces que sirvió de ensayo para la de la iglesia. Pero de un Registro del "Gasto de los obrado en la capilla del nobiciado que se empesso a pro,de abril del año 1666 Asta primer de abril de 1667 Annos", la hace con certeza contemporánea de la iglesia. Además, una piedra hoy colocada en un muro vecino al de su ingreso, señala 1668 como fecha de conclusión. 



Imágenes sin tiempo





"El objetivo del blog, si fin comercial, es netamente educativo e intenta visibilizar el legado Jesuita en nuestra Provincia para entender el sincretismo cultural de éste importante período histórico con nuestra actualidad, cual determina no sólo a una ciudad, si no a todo un continente.
El mismo se encuentra sujeto a nuevas actualizaciones."


Fuentes:

El Legado de los Jesuitas en Córdoba: Robert Andrew Keegan - Keegan Ediciones S.R.L año 2000
Asesores: Efraín Bischoff y Carlos Page
http://www.carlospage.com.ar/
Historia de Córdoba: Efraín Bischoff - Plus Ultra 1995.
Archivos de La voz del Interior
Paginas Oficiales del Gobierno de Córdoba.
Juan Kronfuss - "Arquitectura Colonial en la Argentina"
Dalmacio Sobrón - "El arte como trascendencia, escritos sobre arquitectura y arte".
Los Jesuitas en Córdoba - Joaquín Gracia Tomo I : 1585-1626.