miércoles, 21 de enero de 2015

Estancia jesuítica Santa Catalina - Córdoba Argentina.



El Orígen

A finales del siglo XVI, las tierras próximas a lo que se convertiría en la estancia Santa Catalina fueron entregadas en merced a Miguel de Ardiles, el viejo.Por herencia, en 1606,pasaron a manos de Miguel de Ardiles, el mozo, quien se las vendió a Luis Frassón unos años más tarde.
Luis Frassón, oficial herrero de profesión, estableció su vivienda en lo que se conoce como Estancia Vieja, lugar situado a unos 7 km al oeste de Santa Catalina.Comenzó a organizar el establecimiento rural,el cual se vio ampliado gracias a una nueva merced de tierras, ubicadas al norte,colindante con la merced de Francisco López Correa, otorgada por el gobernador Luis Quiñones Osorio.
El 1 de agosto de 1622, Luis Frassón transfirió esta propiedad a la Compañía de Jesús, campos que desde 1614 había denominado Santa Catalina. Seis días después, los jesuítas, encabezados por el padre Provincial Pedro de Oñate (sucesor del Padre Diego de Torres),tomaron posesión de éstas tierras, a las que continuaron llamando Santa Catalina, y cuyos beneficios destinaron principalmente al mantenimiento del noviciado.




Etapa de la Compañía de Jesús


Durante la administración de los jesuitas, esta estancia continuó expandiéndose hasta llegar a unas 25 leguas cuadradas (equivalente a 167.500 hectáreas). Sus límites alcanzaban el río San Vicente, al norte; la actual localidad de Agua de Oro, al sur; las Sierras Chicas al oeste, incluida las tierras de Ongamira y las otras estancias jesuíticas de Jesús María y Colonia Caroya hacia el este, Camino Real de por medio. Durante casi un siglo y medio, los hijos de Loyola fueron organizando, tal vez, la más bella de las estancias Cordobesas con un magnífico casco,una imponente Iglesia, un edifico para los novicios, dos tajamares, telares, carpintería, herrería y ranchería para indios y esclavos africanos.





Estructura general del casco con el noviciado y ranchería




Estructura principal del casco




Imágenes del interior dela casco principal







Ranchería ( sitio donde alojaban a Indios y esclavos Africanos), hoy en algunos casos abandonados y en otros convertidos en locales comerciales de abastecimiento alimenticio y regionales.













Noviciado








Como en los demás establecimientos jesuíticos, el sistema de aprovechamiento de los recursos hídricos constituyó una prioridad. Se realizaron acequias (actualmente en uso) que tomaban el agua del río Santa Catalina, a unos 5 Km.al oeste, cavándose túneles para vencer algunas elevaciones en el trayecto entre La Toma y Santa Catalina.
En 1646, los religiosos trasladaron el asentamiento principal de la estancia en búsqueda de mejores tierras para las sementeras.De ésta manera se eligió el actual solar, comenzándose a levantar nuevas viviendas en el sector denominado La Ranchería; aquí se hallan vestigios de numerosas construcciones y posiblemente los muros originarios de una primitiva capilla u oratorio. Con el crecimiento de la estancia, y de los recursos económicos, los Jesuitas fueron erigiendo los nuevos edificios.
Casi un siglo de continuas labores les llevó a los jesuitas estructurar el casco de la estancia, que se fue definiendo allá por 1720, en el cual se destaca la imponente Iglesia, con su fachada digna de una catedral, cuya construcción se remonta a 1754 y que estaba siendo terminada al momento de l expulsión de los jesuitas.


Hacia 1767, Santa Catalina contaba con alrededor de medio millar de esclavos, cerca de 7 mil vacunos, 16 mil equinos, de los cuales 5 mil eran mulas, y unos 8 mil ovinos. Todo un potencial era este establecimiento hasta aquella fatídica madrugada del 12 de julio. El día anterior, había arribado a Córdoba Fernando Fabro, enviado del gobernador del Río de la Plata, Francisco de Paula Bucarelli, con las órdenes de cumplir con el extrañamiento de la compañía, dispuesto por el rey Carlos III.
Fernando Fabro designó a Antonio Aldao, quien junto al escribano Ignacio Albarez y al teniente Francisco Rodríguez, se apersonó en Santa Catalina como a las tres de la mañana. Los religiosos fueron apresados y se porcedió a inventariar todos los bienes de la estancia, tarea que llevó varios
días.

Por la estancia pasaron célebres sacerdotes de la Orden como el brillante  músico Domingo Zípoli, quién falleció allí en 1726.

Introducción sobre la música en Córdoba

Podemos también anotar manifestaciones que se incluyen en la vida cultural cordobesa de esos tiempos, en otros planos. Y en verdad que quienes estuvieron como protagonistas se sintieron respaldados por la fuerza que la tradición de la cultura de Córdoba tuvo desde que la Universidad comenzó su funcionamiento. El teatro, la música, la poesía, los estudios históricos, fueron elocuentes manifestaciones, junto a las disciplinas en las aulas impregnadas de teología. Si hemos de referirnos a la música y la danza, diremos que el padre Pedro Grenón ha efectuado aportaciones singulares de investigación, destacando que en 1605 existía en Córdoba un negro que "enseñaba a a danzar".Se llamaba Agustín Mejía. El español Lázaro López también era maestro de danzas. El misionero Alonzo Barzana advertía al Rey (1594) que "mucha gente de Córdoba es dada a cantar y bailar. Y después de haber trabajado y caminado todo el día bailan y cantan en coros la mayor parte de la noche".
La música fue uno de los incentivos notables para la captación de la voluntad de los indígenas y crear docilidad en los esclavos. Recuérdese a San Francisco Solano y su violín en las regiones del Tucumán. En las misiones jesuíticas se utilizó la música como un constante aliciente educativo. En Córdoba hubo desde antiguo quienes se deleitaron con la música y los numerosos habitantes poseyeron instrumentos, tales como vigüelas, discantillos, guitarras, arpas,cítaras, flautas etc.
Un registro hecho por el padre Grenón entrega la certeza de que la música , el baile y el canto eran practicados por gran cantidad de habitantes de la ciudad y la campaña. Algunos de ellos con refinamiento. La dura vida de los campos, la soledad circundante, el prodigioso sentimiento religioso que animaba en sus almas, cooperaban para que se buscara en la armonías el despeje de toda preocupación cotidiana y aproximación al universo celestial prometido. Muchos eran los españoles que llegaron sabiendo los secretos de la música. Negros y mulatos se dedicaron asimismo con gran habilidad. Se incorporaron en las iglesias, bajo la dirección de los sacerdotes, a los núcleos que formaban los coros y grupos musicales.
Uno de los compositores e intérpretes cuyo nombre se ha destacado nítidamente fue el organista Doménico Zípoli (Prato-Santa Catalina Cba.).
Había adquirido prestigio en Europa, sobre todo en Roma, antes de venir a América.Varias colecciones de sus producciones fueron publicadas en 1716. Su obra asume considerable importancia, pero lamentablemente no poca de sus partituras se han perdido. "Era enorme la multitud de gentes  que iban a nuestra iglesia (la Compañía) con el deseo de oírle tocar hermosamente", evocará el padre Pedro Lozano.

( Biscoff -1995: 116,117 )

Domingo Zípoli
(Su obra)



Nació el 17 de octubre de 1688, en Prato, Italia, una pequeña ciudad, por entonces plaza fortificada con muralla y ciudadela levantadas en el siglo XIV. Recibió sus primeras lecciones de música de los maestros de capilla de la Catedral de su ciudad natal, Ottavio Termini, Sebastiano Falagiani y Giovani Battista Becattelli, considerado este último su primer verdadero maestro. En 1707 gracias al apoyo del Gran Duque Cosimo III realizó estudios en Florencia, con Giovanni María Casini, Maestro de Capilla de la Catedral. En 1708 se representó en Florencia un Oratorio a de creación colectiva Sara in Egitto compuesto por 24 autores, entre estos: Zipoli (quien creó dos arias), Antonio Caldara, Alessandro Scarlatti y G.M.Casini. Partió luego a Nápoles donde estudió con Alessandro Scarlatti, a quien abandonó en corto tiempo por agudas diferencias de carácter.

Se estableció en 1709 en Boloña, junto a Felice Lavinio Vannucci, monje de San Barbaziono y autor de un difundido trabajo teórico «Reglas para tocar, cantar, componer y transportar para principiantes» conservado en manuscrito en la Biblioteca de Giambattista Martini en Boloña. Continuó recibiendo el apoyo del Gran Duque, y en 1710 tomó lecciones de Bernardo Pasquini, en Roma, donde estrenó ese mismo año, posteriormente en 1712 y años sucesivos, sus composiciones, Vespri y Messa per la festa di San Carlo, en la Iglesia San Carlo ai Catinari, por encargo de la Fraternidad Santa Cecilia. En 1713 presentó su Oratorio Sant’Antonio di Padova, en la Iglesia Santa María in Vallicella, y en 1714 en la Iglesia de San Girolamo della Caritá su Oratorio, Santa Caterina Vergine e Martire. En 1715 obtuvo el puesto de organista de la iglesia de los Jesuítas de Roma. En 1716 se publicaron, primero en Roma, y luego en Londres, sus Sonate D’Intavolatura per Organo e Címbalo.

El contacto que tuvo en Roma con Bernardo Pasquini, fue de gran influencia para el estilo de Zipoli. El estilo de moda, llamado galante, se caracterizaba por una marcada utilización de adornos, procedimientos melódicos irregulares, cromatismo y cierta libertad en el ritmo. Tal influencia se observa en la mayor parte de su producción, especialmente en las publicadas Sonate D’Intavolatura per Organo e Címbalo, dos únicos volúmenes a los que debe todo el reconocimiento universal a su genio. Casi todas sus demás creaciones se han perdido, conociéndose solamente referencias acerca de los estrenos mencionados. En la Deutsche Bibliothek de Berlín se conserva el manuscrito de su Cantata Delle offese a vendicarmi para soprano y bajo continuo y en la Landesbibliothek de Dresden su Sonata para violín y bajo continuo (ambas editadas por Ed. G.Zanibon de Padova, y que datan presumiblemente de 1717). Motivado por la vocación sacerdotal, viajó a Sevilla, España ingresó a la Compañía de Jesús, a mediados de 1716. El 5 abril de 1717, partió una expedición organizada por los Jesuítas, rumbo al Río de la Plata. Zipoli, junto al historiador Pedro Lozano, los misioneros Nussdorfer, Asperger y Lizardi y los arquitectos Primoli y Bianchi, realizaron la travesía de tres meses para trabajar en las ya célebres Reducciones Jesuíticas del Paraguay. En julio llegó a Buenos Aires y en agosto se estableció en el Convento de los Jesuitas de Córdoba donde continuó sus estudios teológicos, y compuso música que luego se enviaba por medio de emisarios, a los 30 pueblos que formaban parte de las Reducciones.
La preocupación al respecto de cual sería la actividad de Zipoli, en plena selva y sin los instrumentos adecuados, se percibe en la carta del P. Alonso Barzana fechada el 3 de setiembre de 1594, en la que al referirse a los indígenas anota : «Mucha gente de Córdoba es dada a cantar y bailar. Y después de haber trabajado todo el día, bailan y cantan en coros la mayor parte de la noche». Muy pronto Zipoli, se hizo de fama , como lo refieren numerosos documentos: «Nadie fue más ilustre, ni llevó cosas a cabo, que Domenico Zipoli, otrora músico romano, a cuya armonía perfecta nada más dulce ni más trabajado podía anteponerse... Más mientras componía diferentes composiciones para el templo, que desde la misma ciudad principal de la América Meridional, Lima, le eran pedidas, enviándose a través de grandes distancias con mensajeros especiales» (Faenza, 1793). El historiador P. Lozano, quien alcanzó a oir las composiciones sudamericanas de Zipoli, escribió: «Dio gran solemnidad a las fiestas religiosas mediante la música, con no pequeño placer así de los españoles como de los neófitos... Enorme era la multitud de gentes que iba a nuestra iglesia, con el deseo de oírle tocar hermosamente».

En los breves ocho años y cinco meses de actividad en las Reducciones Jesuíticas, Zipoli compuso una enorme cantidad de música, que hasta hace poco tiempo era desconocida, ya que la mayor parte de su obra fue destruida, luego de la expulsión de los Jesuitas en 1767. Recién en 1959 el musicólogo norteamericano Robert Stevenson halló, en Sucre, Bolivia copias de su Misa en Fa (copiada en Potosí en 1784 por pedido del Virrey de Lima) y sobre todo en el año 1972, el descubrimiento de más de 10.000 manuscritos en la Reducción de Chiquitos, Bolivia por parte del arquitecto suizo Hans Roth; hallazgo considerado como el de mayor trascendencia para la musicología de Hispanoamérica, en las últimas décadas. Entre estos manuscritos se encuentran numerosas Misas, Motetes, Himnos y piezas para órgano.

En el otoño de 1725 Zipoli enfermó de tuberculosis, por lo que fue trasladado a la Estancia Santa Catalina, lugar de reposo de los padres jesuitas, a 50 kilómetros de Córdoba, donde falleció el 2 de enero de 1726 a la edad de 38 años. Recibió la orden sacerdotal y fue sepultado en el cementerio de Santa Catalina.

Durante siglos la presencia de Zipoli en las Reducciones Jesuíticas fue un misterio, sobre todo para los europeos, por el hecho de que de un día para otro, y en el momento más fructífero de su carrera, desapareció de la vida musical europea, sin que se supiera su destino. Incluso algunos tratadistas dudaban de la autenticidad de sus obras publicadas en Europa, y otros de la existencia misma del compositor. En su Historia de la Música, Andrea Della Corte y Guido Pannain (Ed. Labor 1950) afirman «tales noticias (sobre los estudios de Zipoli) son pura fantasía, y solo es cierto que en 1716 se publicó impresa con su nombre una colección de piezas para órgano bajo el título de Sonate D’Intavolatura.

Estas obras no llevan lugar ni nombre de impresión, ni el nombre del editor» Según Marpurg, en su Historische-Kritische Beitrage (1784) «dichas composiciones son del organista francés Michel Corrette, el cual tomó el nombre de Zipoli para atraer mejor a los compradores, sin embargo carece de fundamento esta hipótesis. Gerber identificó a Zipoli con Corrette como si se tratase de un hecho histórico. De todas maneras el nombre de Zipoli hace dudar seriamente de su realidad, por lo menos artística. El Volumen de Zipoli inspira sospechas sobre la autenticidad de la música cobijada en él, pues está probado que algunas piezas no son del tal Zipoli sino de Durante y de Scarlatti (padre). La colección es un verdadero centón en el cual se mezclaron piezas de diverso valor, y al conjunto le falta euritmia, orden y personalidad. De esto podrá deducirse que el mismo autor formó el Volumen con fines prácticos , para su uso y para el oficio de organista, publicando así un florilegio a la manera de ciertas antologías modernas. Posiblemente incluyó algunas piezas suyas, como compositor de segunda fila. ¿porqué habría omitido el nombre de los verdaderos autores?».

Asimismo reinaba confusión sobre la figura de Zipoli en la publicación francesa Catalogue General des Livres de Musique (Paris 1729). Recién en el año 1957 a través de las investigaciones y la edición moderna de su obra, por parte de Luigi Ferdinando Tagliavini (Ed. Willy Müller. Suddeutscher Musikverlag Heidelberg Vol I y II de Sonate D’Intavolatura per Organo e Címbalo de Domenico Zipoli) fue posible restaurar la verdad y corregir el manto de dudas sobre tales afirmaciones y a la vez demostrar la unidad y el valor del conjunto de la obra del Zipoli europeo. En tanto que el redescubrimiento del Zipoli latinoamericano se debe al musicólogo uruguayo Lauro Ayestarán, quien en 1940, leyendo los escritos del historiador P. Guillermo Furlong S.J., sobre Los Jesuitas y la Cultura Rioplatense halló las referencias sobre «cierto Hermano Domingo Zipoli, organista que fuera de la Iglesia de los Jesuitas de Córdoba» y comenzó sus investigaciones hasta la demostración total. Aunque en los primeros años se dudara de que el tal Hermano Domingo Zipoli fuera el mismo Domenico Zipoli de Italia, como lo afirmaba el musicólogo español Adolfo Salazar en 1946 «Es arriesgado suponer que éste fuera el autor de las Sonate D’Intavolature...porque textualmente no se las menciona en ningún documento referente al Zipoli muerto en la Argentina, y porque estas sonatas aparecidas en 1715 en la edición inglesa son de fecha anterior» (Nuestra Música. Revista Mexicana 1946).
Entre los numerosos manuscritos hallados en Bolivia, a la par de las más de 23 obras completas ya documentadas y estudiadas por musicólogos de diferentes países, se encuentran copias de las mencionadas sonatas, escritas y publicadas en Europa. La copiosa producción sudamericana de Zipoli esta siendo estudiada desde 1986 por Carlos Seoane de Bolivia, Frank Kennedy de EUA, Luis Szarán de Paraguay, Burckhard Jungcurt de Alemania, Bernardo Ilari, W. Axel Roldan, Leonardo Waisman, Carmen García Muñoz de Argentina, Piotr Nawrot de Polonia y otros. El catalogo de manuscritos, la mayoría ya transcriptos y editados en versiones modernas, incluye veintitrés obras de Zipoli, entre éstas: La Misa de los Santos Apóstoles, La Misa a San Ignacio, Letania, Tamtum Ergo, Ocho números de las Sonate D’Intavolatura (5 del primer volumen y 3 del segundo), Himno Te Deum Laudamus, Himno Jesu Corona, Laudate Pueri, Laudate Dominum, Beatus vir, Confitebor tibi, Domine ad adjuvandum, Ave Maris Stella, Pieza para órgano «Retirada del Emperador de los dominios de S.S.».
La mayoría de las piezas sacras estan escritas a tres voces (soprano, contralto y tenor, este último en unísono con la parte del bajo contínuo), Dos violines, órgano con el contínuo, a veces elaborado.

La bibliografía sobre Zipoli va creciendo en los últimos años: Domenico Zipoli. Vida y obra de Lauro Ayestaran, (Bs.As. 1962, Ed. Universidad Católica Argentina). Historia de la Música de Della Corte-Pannain (Ed. Labor, España 1950). Domenico Zipoli, Sonnate D’Intavolatura. Ed. Revisada por L.F. Tagliavini (Ed. W. Müller Heidelberg Alemania 1959). La música de las Misiones Jesuitas de Moxos de Samuel Claro (Universidad de Chile, Ed. 1969). Música de las Reducciones Jesuitas del Paraguay Vol. I y II de Luis Szarán (Ed. Gisela von Thümen. Missions Prokur S.J. Nürnberg. Alemania 1992). Catálogo de manuscritos de música Colonial de San Ignacio y Concepción, de Bolivia, de Waldemar Axel Roldan (Revista de la Sociedad Argentina de Musicología 1990). El Patrimonio Nacional de Chiquitos de Bernardo Ilari (Revista Panorama Boliviano. Santa Cruz, Agosto 1988). Zipoli, Misionero y compositor por D. Einhorn (Revista América Vol. 41 Nº 2, 1989). Domenico Zipoli. Organista e Compositore Pratese (Ed. Cittá di Prato. Assesorato alla Cultura e Centro Stórico 1981). Colonial Music from the Episcopal Archive of Concepción, Bolivia, por T. Frank Kennedy S.J. (Revista de música Latinoamericana. Vol. 9 Nº 1, University of Texas Press 1988). Paradise Lost. The Jesuits and the Guarani South American Missions 1609-1767 por Clemente McNaspy (Ed. Loyola M. University, Americas Society, Fundación La Candelaria. 1989), Música en las Reducciones Jesuíticas.Colección de Instrumentos de Chiquitos, Bolivia de Luis Szarán y Jesus Ruíz Nestosa (Ed. Misions Prokur. Asunción 1995).



Lateral donde se presume una de las ventanas de la habitación de Domingo Zípoli. (Actualmente adentro del cementerio)


  


Placa entre la Iglesia y el cementerio





Otro ilustre morador fue el Padre Lozano, historiador y autor de la Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia del Paraguay, quien se estableció por un tiempo allá por 1728.

Juan Bautista Prímoli y Giovanni Andrea Bianchi (*)(Arquitectos) quienes viajaron junto a Zípoli el 5 de abril de 1717, fueron los encargados por ej de la segunda gran etapa de construcción del Cabildo de la ciudad de Buenos Aires como así responsables del diseño de la planta (Prímoli) y el diseño de la fachada (Bianchi) de la Catedral de la ciudad de Córdoba, entre una gran cantidad de obras de gran importancia.


(*) Bibliografía desarrollada en el capítulo Jesús María - Mes de Mayo


La estancia luego de la Expulsión de la Orden Jesuita



A semejanza de lo acontecido con los demás bienes jesuíticos, en 1767 Santa Catalina pasó a ser administrada por la junta de Temporalidades.Siete años más tarde, el establecimiento fue adquirido en subasta pública por Francisco Antonio Díaz. Desde ese momento, don Francisco Antonio continuó la ampliación de las construcciones, como el segundo patio con sus habitaciones, erigidas en un barroco más suave, y destinó un gran esfuerzo a revalorizar y mantener la obra dejada por los Jesuitas.
Don Francisco A. Díaz falleció en 1808, convirtiéndose su hijo, José Javier,en el continuador de esta tarea.
José Javier Díaz abrazó la carrera militar y se transformó en una de las personalidades más influyentes en la Córdoba de principios del siglo XIX.
Luego de la Revolución de Mayo de 1810, José Javier Díaz asumió interinamente la conducción militar de Córdoba, hasta que en agosto asumió una junta provisional. Posteriormente, las autoridades de Córdoba fueron designadas desde Buenos Aires, recayendo esa responsabilidad en hombres no nacidos en territorio cordobés.
La relación entre Córdoba y Buenos Aires era ríspida,tras una larga serie de gobernadores "extranjeros". El coronel José Javier Díaz había simpatizado fervientemente con el ideario, de auténtico cuño federal,propiciado por el caudillo de la Banda Oriental,José Gervasio Artigas.Hacia 1815,la presencia de Artigas en Santa Fe y la creciente oposición de los cordobeses hacia el centralismo porteño motivaron la renuncia del entonces gobernador designado por el Directorio, Francisco Ortiz de Ocampo. El 31 de marzo de 1815, los vecinos de Córdoba eligieron por primera vez a su máxima autoridad, recayendo esta nominación en José Javier Díaz.

José Javier Díaz murió el 19 de julio de 1829, a los 65 años, desde entonces y hasta la actualidad, la estancia Santa Catalina continuó en manos de los descendientes de la familia Díaz. 

El destino y preservación en la actualidad de la estancia Santa Catalina, sigue en manos de todos los descendientes de ésta familia, siendo en general un lugar casi cerrado en su totalidad excepto la iglesia, debiendo pagar un arancel para el ingreso de la misma.

En noviembre de 1972, Unesco (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) adoptó una convención con el fin de proteger el patrimonio mundial cultural y natural. La principal finalidad de esta institución, y de los países que adhieran a ella, sería la de preservar aquellas manifestaciones del hombre y lugares naturales que por sus valores y bellezas singulares fuesen considerados como bienes pertenecientes a toda la humanidad.
Como consecuencia de esto, se recomendó crear la Lista de Patrimonio Mundial con las siguientes tres categorías: Los culturales, referidos a toda manifestación del ser humano que haya tenido una vital trascendencia para la evolución del hombre o la historia universal o fuese representativa de una comunidad o cultura; los naturales, donde prevalece la incomparable hermosura, que manifiesten la evolución misma de nuestro planeta, diferentes hábitats, especies amenazadas, etc; y los culturales- naturales, que albergan aquellos donde hombre y naturaleza se hallan íntimamente relacionados.

Después de casi tres décadas de labor, y con el apoyo de 160 países, el listado cuenta con 600 lugares inscriptos y preservados para las futuras generaciones.
Hacia 1996, desde la ciudad de Alta Gracia un grupo de soñadores, encabezado por Noemí Lozada de Solla, Mario Borio y Lucille Barnes, entre otros, comenzó a planearse si las Estancias y la Manzana Jesuíticas podrían llegar a integrar el listado del Patrimonio de la Humanidad. A pesar de los contratiempos, la idea se fue arraigando y se fueron sumando autoridades nacionales, provinciales y municipales como así también empresas privadas.
Se dio inicio por entonces los trámites ante la Unesco elaborando un minucioso dossier.Finalmente, el comité técnico, reunido en París en julio del 2000, recomendó a la Asamblea General de la Unesco, a través de la resolución 995, la inscripción de la Manzana y de las Estancias Jesuitas de Córdoba en la lista  del Patrimonio de la Humanidad (World Heritage List).

La decisión se fundamentó en mostrar a través de dichos monumentos la fusión de la cultura Arquitectónica Barroca y sincretismo de lo europeo con los Originarios Americanos.

Las preguntas . ¿Sincretismo puro? ¿Etnocidio? ¿Aculturación? -Sin dudas uno de los momentos más significativos de nuestra historia.

Controversia - monumento considerado "Patrimonio de la Humanidad"¿ en manos de pocos?

Políticas de  re valorización, conservación y rescate..¿?

Sin lugar a dudas, una problemática que atenta contra innumerables bienes de nuestra cultura cordobesa de distintos tiempos. 




A continuación, algunas fotografías que retratan momentos e imágenes únicas de éste increíble lugar.



Imágenes fuera de tiempo...








































"El objetivo de éste blog es el de visibilizar la belleza de nuestro Patrimonio Cultural de Córdoba, Símbolo del Barroco Americano por excelencia dejando así la inquietud de seguir investigando, movilizando y dando nuevos aportes"



Fuente: 

El legado Jesuita en Córdoba "Rober Adrew Keegan" 2000
Carlos A.Page
Efraín Bischoff

Historia de Córdoba "Efrain Bischoff" plus ultra 1995

DICCIONARIO DE LA MÚSICA EN EL PARAGUAY por LUIS SZARAN. Edición de la Jesuitenmission Nürnberg, Alemania 2007. 507 páginas.


El Monserrat: Beato -Bergallo -DeDenaro -Lascano - Alcain -Pizarro -1987

Fotografía: Web en general, Archivos , Personales  y  especial agradecimiento a la Arquitecta Claudia Ponzio.


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