¿Donde? ¿Cómo?
En la actualidad, esta estancia jesuítica es la más apartada ha quedado de los principales caminos y centros urbanos,enclavada en plena Pampa de San Luis.Está situada a unos 130 kilómetros de la ciudad de Córdoba, yendo por Tanti, pero casi la mitad del recorrido es camino de tierra. En general, todos los accesos de tierra suelen sufrir las inclemencias de las lluvias.
Otras vías para llegar dese el valle de Punilla son los caminos que salen desde Molinari y La Falda, pasando por Characato.
Desde traslasierra, hay que tomar, desde la localidad de La Higuera, el camino hacia Cruz de Caña, se cruza el río San Guillermo, y se prosigue hasta la Candelaria.También se puede tomar el llamado camino del medio, que vincula Villa de Soto con la Candelaria, debiendo traspasarse varias tranqueras.
La geografía ...
Los comienzos...
En 1619, las tierras de la Pampa de Achala y del río Guamanes (hoy río de La Candelaria) fueron entregadas en merced por el gobernador Quiñones Osorio. El beneficiario de estos territorios, conocidos con el nombre aborigen de Polotosacate, fue el capitán García de Vera y Mujica, vecino y funcionario de la ciudad de Córdoba, y teniente de gobernador entre 1625 y 1627.
Desde entonces, García de Vera y Mujica se ocupó de organizar una estancia que denominó La Candelaria.
Con el tiempo, solicitó sucesivamente nuevas mercedes con el fin de engrandecer su propiedad, la que se extendió desde la Pampa de Achala al sur hasta los bañados de Soto al norte; y de este a oeste, aproximadamente dos leguas a ambas márgenes del río de La Candelaria.
De esta manera, García de Vera y Mujica fue organizando su estancia de las Sierras Grandes, en la que criaba ganado ovino,caprino,equino y vacuno. A mediados de 1646, el veterano capitán moría a los 71 años. Dejaba como herederos a su hijo primogénito, Francisco, su mujer doña Juana de Bustamante y dos hijas.Don Francisco de Vera y Mujica, a la sazón capitán y que también llegó ser teniente de gobernador en 1652,continuó entonces, y por casi cuatro décadas, con la dirección del establecimiento. Durante esta nueva administración, don Francisco debió sortear no pocos pleitos con sus cuñados Juan Liendo y Luis Ordoñez, también oficiales españoles, y demás con algunos intrusos.
Francisco de Vera y Mujica mantuvo una estrecha relación con los Jesuitas, con quienes recorría sus posesiones en las Sierras Grandes. Ya en 1678, don Francisco le había donado a los religiosos tierras en el norte de Punilla (Potrero de Ávalos), que los Jesuitas anexaron a Santa Catalina.
En 1683, enfermo y sin descendencia, el entonces general Francisco de Vera y Mujica decidió donar todas sus tierras de las Sierras Grandes a la Compañía de Jesús, excepto las comprendidas en Polotosacate, por cuanto en aquel momento mantenía una disputa con Luis Ordóñez. Pero al año siguiente, una sentencia favoreció a don Francisco, quien inmediatamente donó también este territorio a la Orden de Loyola.
"...por cuanto yo tengo y debo muchos y repetidos servicios al Noviciado de la Compañía de Jesús de esta Provincia y haberme asistido en mis enfermedades y necesidades...hago gracia y donación puramente perfecta e irrevocable de las que el derecho llama intervivos..."
Fragmento de la escritura de donación de Francisco de Vera y Mujica en favor de la Compañía de Jesús - Córdoba, 25 de agosto de 1683.
En 1683, los hijos de Loyola tomaron posesión de la estancia, iniciando las obras en el primitivo casco del establecimiento elegido por García de Vera y Mujica.
En este lugar comenzaron a levantar las primeras habitaciones y la Iglesia, finalizando las principales construcciones hacia fines del siglo XVII. Como en todas sus posesiones rurales, los Jesuitas se preocuparon y ocuparon por el agua. Hacia el este del casco, a unos 200 metros y bordeando el antiguo río Guamanes,se encontraban la huerta y el tajamar, al que proveían de agua a través de una acequia. Ésta tenía más de un kilómetro de extensión y se alimentaba aguas arriba del río de La Candelaria. También junto al tajamar, y como parte del aprovechamiento integral del recurso hídrico, funcionaba un molino.
Aérea real
Se trata de una tipología única en Córdoba identificada por su aspecto cerrado, organizado en torno a un patio central rectangular, uno de cuyos lados es la iglesia; a él se accede por un portón lateral ubicado sobre el atrio. Se destaca la presencia de la iglesia, con su fachada rematada por una notable espadaña de tres aberturas coronada por un perfil de líneas curvas que identifica al conjunto en el paisaje serrano.Posee características que la asemejan a un fuerte con capilla. Está edificada en cuadro cerrado, en forma amurallada. Tiene un primer patio lateral a la iglesia, rodeado de las habitaciones que constituyen el convento, y un segundo patio en torno del cual se desarrollan los talleres y depósitos, las cuadras y corrales. Luego vienen el tajamar, el horno y la huerta. Al frente de la capilla, después del atrio, había una larga fila de ranchos albergaban a la gente de trabajo.Sobre el atrio sobre elevado, forman ángulo recto la portada del convento y la fachada de la capilla, con adornos simples y bien proporcionados. La puerta principal de algarrobo de dos hojas, está enmarcada por un perfecto arco de medio punto que genera un pequeño porche sobre el cual y hacia el interior se encuentra la tribuna del coro. Dos columnas sencillas, planas, sostienen un tímpano en cuyo eje central se destaca una hornacina que alojaba una talla de la virgen titular, patrona de los mineros. Las gruesas paredes se completan con importantes contrafuertes, todo ello construido a la usanza jesuítica: piedra canteada, combinada con ladrillos cocidos asentados en cal en sucesivas hiladas. Al coro y campanario se llega por una escalera exterior que se encuentra en el patio principal.
Hacia el norte de la Iglesia estaba La Ranchería, de la que todavía se aprecian sus habitaciones con paredes exteriores de piedra e interiores de adobe. En estas habitaciones, ubicadas al lado de los corrales y gallineros, vivían los esclavos negros. En otras habitaciones separadas residían algunos indios evangelizados.
Aérea junto a las dependencias (Rancherías)
Puede notarse los materiales de construcción en abundancia de la zona, piedras canteadas junto a argamasa de caliza..
El adobe presente en los interiores para el tratamiento térmico
Estructuras cubiertas por cáñamos y adobe degradados por el tiempo
En aquellos tiempos, los jesuitas no sólo debieron afrontar el rigor del clima y la geografía, sino también la presencia de los pueblos originarios que resistían la colonización. Es por eso que, arquitectónicamente, la construcción combina elementos de una residencia con un fortín.
Los esclavos negros proveyeron la mano de obra para erigir el lugar y todavía se pueden encontrar las ruinas de sus ranchos, cerca de los corrales, molinos y acequias y algo más distantes de la residencia de los sacerdotes y la capilla destinada al culto religioso.
La mula: plataforma económica de las estancias
Los jesuitas, sólidamente eruditos en teología y filosofía, fueron absorbiendo una consistente formación en economía y política. También fueron adquiriendo los conocimientos necesarios en producción agropecuaria y técnicas de riego, además de una racional competencia en la organización territorial y en construcciones arquitectónicas. Con todo ello se convirtieron en exitosos administradores de grandes estancias.
Evidentemente, en su formación estaba la clave de su conquista, de allí que nonos extrañe la capacidad que tuvieron para proyectar y organizar estos establecimientos rurales de tanta importancia, los cuales les permitieron ostentar una sólida estructura de poder independiente.
En ellos, el sistema debió ceder a la imposición de las reglas de juego que ellos mismos establecieron en el comercio regional. Incluso, los jesuitas tenían sus propias rutas por donde transitaban sus múltiples actividades interoceánicas, entre las regiones que componían su provincia, en una suerte de mercado común.
Si bien desarrollaron la industria textil, el comercio de yerba, la producción agropecuaria y el negocio ganadero, la mayor atención la pusieron en la cría, invernada y venta de mulas; actividad que fue sumamente significativa en la economía del período colonial y fuente esencial de ingresos para el Colegio Jesuítico de Córdoba.
La comercialización de la mula tenía como principal consumidor las minas de plata de Potosí y Oruro, de mercurio de Huancavelica y las estancias de las costas peruanas, aunque también constituían en aquella época un vital medio de transporte para trasladar mercaderías e inclusopara montar, ya que para ese uso era de mayor prestigio que el caballo.Pero uno de los mayores atributos de a mula era la notable resistencia y habilidad para recuperarse de inmediato de los extenuantes trabajos a que era sometida, debido a su particular contextura muscular.
Para fines del siglo XVIII las estancias de Córdoba fueron convirtiéndose en el sitio ideal para las mulas que provenían de los campos bonaerenses y del Litoral, pasaban uno o dos años en las serranías hasta que endurecían sus cascos y estaban en condiciones de continuar la dura marcha hacia el norte.
Manadas de 600 a 700 cabezas eran conducidas por alrededor de 12 sujetos desde Buenos Aires a Córdoba, ascendiendo su costo a 4 reales por cabeza. De Córdoba se las conducía a Salta en manadas de 1.300 a 1.400 cabezas que arreaban cerca de 20 hombres con 70 caballos.
El precio por esta parte de la ruta hacia el Perú ya se incrementaba a 8 reales, que se le pagaban al propietario de las pasturas en las que pertenecían hasta el mes de abril, cuando partían para Salta.
Al amplio valle de Lerma llegaban a principios de junio, siendo conducidas las mulas jesuíticas a los pastizales de Sillita y Escoyape o a las posesiones más cercanas al lugar de venta.
Aparentemente, y por lo menos hasta los inicios del siglo XVIII, los jesuitas llevaban las mulas, y por cierto otras mercaderías de su producción, directamente al Alto Perú. Así evitaban la escala en Salta, y con ello se ahorraban los gastos de invernada.Pero por el hecho de arribar sin una fecha precisa, y ante un mercado que regulaba los precios según las necesidades, los jesuitas debieron vender a precios que en muchas ocasiones fueron poco favorables. Es por ello que en 1680, el padre Provincial Diego Altamirano ordenó establecer un Procurador en Salta, emulando la táctica de los centros de información europeos, a fin de que se ocupara principalmente de aconsejar a los Colegios de la provincia cuando era el mejor momento económico para evitar las mulas a pastar en el invierno y cuando enviarlas al Perú.
Para ello, el padre Provincial aconsejaba entablar buenas relaciones con los gobernantes locales, que les proveían la información requerida. De esta manera, las mulas invernaban o pasaban entre 5 y 12 meses en las estancias también jesuíticas, de Tafí en Tucumán, San Antonio, San Carlos y Pericó en Jujuy.
Se estima que durante el siglo XVIII el conjunto de estancias jesuíticas de la provincia del Paraguay enviaron entre 400.000 y 500.000 mulas de Salta al Perú,constituyendo esta cifra aproximadamente el 12 o 15 por ciento, de una de las empresas comerciales más importantes del continente.
Carlos A.Page
Los Jesuitas le imprimieron a la nueva estancia un renovado y vigoroso impulso basado en su ya amplia experiencia en organización y explotación de establecimientos agropecuarios. Si bien en La Candelaria los jesuitas sembraron algodón y trigo, cultivaron legumbres y frutas con carozo, y criaron ganado ovino del que se extraía lana, el emblema de esta estancia fue el ya mencionado ganado mular.
En efecto, La Candelaria poseía óptimas condiciones para la cría y la invernada de estos codiciosos animales.Por un lado, ya se los aclimataba en altura antes de ser arreados al Alto Perú; y por otro, un clima más frío aminoraba las posibilidades de que los animales se embicharan.
Pero los Jesuitas no dirigieron aisladamente a La Candelaria, si no que dispusieron de un manejo coordinado con otras estancias, especialmente la de Alta Gracia, con la que se vinculaban a través de los campos de San Antonio, al sur de Punilla.
Personalidades que visitaron la estancia ...
Pedro Lozano
(El historiador de la compañía de Jesús)
El primer historiador, y fuente inagotable del pretérito colonial, nació el 16 de junio de 1697 en Madrid.
Tenía tan sólo 14 años cuando ingresó a la Compañía de Jesús, donde descubrió el amor a la vida religiosa de la que jamás se apartaría.Por propia voluntad decidió viajar a las misiones del Paraguay, arribando en 1714 junto con 72 misioneros de distintos países, que habían hecho causa común en dejar las comodidades de Europa a cambio de las molestias y fatigas que enfrentarían en el Nuevo Mundo. Entre ellos se encontraban notables figuras como Aperger, Nusdorffer,Lizardi,Klausner y Pallozi.
Una vez en Córdoba, continuó sus estudios, cursó filosofía y teología, y luego fue profesor en la misma Universidad que lo formó. Paralelamente a la docencia tuvo a su cargo la congregación de indios y negros.
En 1723 partió hacia Santa Fé, donde ejerció la tarea que venía haciendo con los más desposeídos, además de prefecto de la Iglesia, prefecto de salud, resulto de casos de conciencia y profesor de Latinidad. Entre tantas actividades, Pedro Lozano comenzó a ocuparse de los temas históricos, traduciendo al castellano libros de historia y componiendo su obra Descripción Chorográfica del Gran Chaco, concluida en Córdoba, además de comenzar con su Historia de las Revoluciones del Paraguay, por entonces, en pleno apogeo. De allí que, con el objeto de informarse mejor, viajó a Asunción junto con el Provincial Lorenzo Rillo y otros.
Buscando la tranquilidad y la concentración que necesitaba su labor se instaló en Córdoba a mediados de 1728, más precisamente en la estancia de Santa Catalina, donde además fue capellán. En este lugar incrementó notablemente su producción, escribiendo la Historia de la Compañía de de Jesús y la Historia Civil del Paraguay., entre otras cosas.
Ejerció plenamente la función de historiador, cargo que le confiaron con seguridad los superiores de la Orden por 26 años, tiempo en el que desplegó una producción historiográfica admirable. El amplio conocimiento de los protagonistas de sus investigaciones, de su compenetración con la trayectoria y verdaderas hazañas apostólicas le forjó una personalidad análoga con la modestia, humildad y obediencia de aquéllos, sus héroes. Pero sus conocimientos le valieron también la responsabilidad para opinar en diversos asuntos políticos e institucionales de la Orden en tiempos muy difíciles.
Lozano recorrió incansablemente toda la Provincia Jesuítica recolectando información para sus libros, tanto en documentos como entrevistas. Su último viaje tenía una misión importantísima: debía contactarse con el Virrey del Perú y la Audiencia de Charcas para exponerles las dificultades que acarrearía el Tratado de los Límites. Había realizado la mayor parte del viaje cuando su delicada salud le quebró la vida el 8 de febrero de 1752; tenía 55 años y dejaba de existir en Humahuaca, donde fue atendido en sus últimas horas por el cura párroco.
A Lozano le debemos gran parte del conocimiento que hemos legado de la historia colonial y sin duda,como alguna vez se afirmó, resulta para los historiadores argentinos, uruguayos y paraguayos, lo que es Tácito para los ingleses, César para los franceses y Tito Livio para los italianos. Lozano es, pues nuestro historiador por antonomasia.
Interior del casco principal
Materiales
La teja muslera era la propicia para los techos del casco principal.
Los cronistas relatan que eran los mismos esclavos africanos que según su porte y estructura muscular tenían ventaja sobre los originarios favoreciendo a musleras de mayor tamaño
Piso y teja donde la muslera muestra un detalle determinado presuntamente por el constructor
La capilla
El conjunto arquitectónico posee en general un aspecto cerrado, organizado en torno a un patio central rectangular, uno de cuyos lados es la capilla; se accede al mismo por un portón lateral ubicado sobre el atrio. La capilla se destaca por su altura y fachada encalada; posee una planta rectangular y un retablo de mampostería. Dos sacristías se ubican a su costado. La fachada se compone de una puerta central contenida en un arco rehundido, coronado por un frontis triangular. En él se apoya una elegante espadaña de tres aberturas dispuestas en dos niveles que contienen las campanas. Un perfil de líneas curvas define la composición y da identidad al lugar. Los muros son de piedra, y las cubiertas se realizan con tirantes de maderas de algarrobo, cañas atadas con tientos de cuero crudos, tejuelas y tejas españolas
sin restaurar
Originaria talla en madera de la Virgen de La Candelaria.
Esta emblemática imagen estuvo expuesta en el frente de la Iglesia, cual fue hurtada y luego recuperada.
Estuvo en custodia por una década en la estancia de Alta Gracia para regresar a fines del 2007 a su lugar de orígen.
Después de la Expulsión
En julio de 1767 llegó a Córdoba Fernando Fabro con la orden de ejecutar el real mandato que contemplaba la expulsión de los Jesuitas de toda América.
El inventario de los bienes de La Candelaria fue realizada por Diego de las Casas, contando por entonces la estancia con unos 134 esclavos negros, más de 9.000 bueyes, unos 5.000 caballos y yeguas, más de 2.500 mulas y alrededor de 6.000 ovejas.
La Candelaria comenzó a vivir un largo y oscuro periodo desde 1767.Una prolongada serie de administradores como Justo Roque Funes y José de Issasa pasaron por la estancia, que volvió a desmembrarse en base a repetidos pleitos.
A comienzos del siglo XIX, y al igual que Alta Gracia, La Candelaria fue lugar de detención de soldados británicos derrotados en las invasiones Inglesas.
Recién allá por la década de 1820 irrumpió en la zona un inmigrante, don Martín Portela,que comenzó a adquirir tierras y a organizar nuevamente la estancia.
Durante más de un siglo y medio esta propiedad se mantuvo en manos privadas, principalmente de las familias Portela y Castro, hasta que en 1980 la estancia fue expropiada a su última dueña y emblema del lugar: doña Filomena Portela de Bazán.
Foto donde captura la imagen de doña Filomena
Doña Filomena
Finalmente, en enero de 2000, la estancia de La Candelaria fue declarada Monumento Histórico Provincial (incluida entre sus Bienes Protegidos por Decreto Nº 069 del 02 de febrero de 2000.)y en noviembre de 2001 Patrimonio de la Humanidad.
Fotografía tomada en marzo de 1973
Anexo de curiosidad sobre la recuperación del Altar
Archivo de La Voz del Interior -15 de octubre de 2002.
El altar de La Candelaria recupera su brillo
La Candelaria. De la joya que representa el legado jesuítico en nuestra provincia, declarado en noviembre del 2001 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, uno de sus tesoros es la Capilla de La Candelaria, enclavada en el corazón de la Pampa de San Luis, alejada de los centros poblados y enmarcada por un agreste paisaje.
Los trabajos de restauración, encarados por el área de Patrimonio Cultural provincial, a través de un equipo interdisciplinario de especialistas encabezados por Josefina Piana, titular del área, tiene en el altar del lugar su mayor desafío. Bucear en el pasado y desentrañar sus exactas características, no solo es remontarse a 1683, sino enfrentar distintas refacciones que se acumularon por más de tres siglos y que terminaron desnaturalizando el colorido y el brillo original barrocos, planteando una recreación que devuelva la luminosidad a la capilla.
Los especialistas contaron con un aliado inesperado: la exactitud de la descripción del altar en los documentos de la Junta de Temporalidades, de los años 1767 y 1771, que marcó la expulsión de los jesuitas en América. El inventario de los bienes de La Candelaria corrió por cuenta de Diego de las Casas, que no solo contabilizó 134 esclavos negros, nueve mil bueyes, cinco mil caballos y yeguas, más de tres mil mulas y seis mil ovejas.
De las Casas describió minuciosamente cada detalle del altar, brindando una carta de triunfo a los restauradores que hoy se afanan en la tarea. De ahí en más, la capilla entró en un cono de sombras hasta 1980, cuando fuera expropiada a su última dueña y también personaje emblemático de la región: doña Filomena Portela de Bazán.
Tras el brillo perdido
Los especialistas, antes de enfocar la restauración del altar en sí, debieron lidiar con los muros que lo rodean, en una región que se caracteriza por fuertes lluvias. En 1900 un improvisado terraplén, adosado a la parte exterior de la capilla, fue el contrafuerte que impidió que se derrumbaran los muros, como consecuencia de la humedad, que terminó deteriorando los revoques del altar, como así los valiosos objetos ornamentales: imágenes, relicarios y tallas.
Se encaró la remoción del terraplén de piedra, que impedía la evaporación de agua de lluvia de su interior, reemplazándolo por dos contrafuertes, de tamaño y forma similares a los existentes en los laterales de la capilla.
El segundo escollo se presentó al intervenir el altar, al encontrarse la hornacina central cegada con mampostería, detectándose tejuelas de techo asentadas en un mortero. También se pusieron al descubierto las marcas del antiguo marco de la vidriera en el revoque y restos de madera de las espigas, empotradas en el muro. Esto ratificó la dimensión y posición de la ventana, coincidente con los datos de 1767.
De esta forma se encontraron los bordes ochavados del muro exterior con su revoque original y del marco hacia adentro la superficie revocada de la hornacina original, tapada con un añadido de mampostería que se quitó, regresándola a su tamaño original. La restauración de la hornacina central se completó colocando una nueva ventana en el fondo del nicho e incorporando una reja, la única original encontrada en la capilla
http://archivo.lavoz.com.ar/2002/1015/regionales/nota124900_1.htm
Imágenes sin tiempo...
La Candelaria a través del arte
Colección de acuarelas del Artista José Utrera
Links - Videos de interés (con algunos errores estadísticos)
"El objetivo del blog es visibilizar el legado Jesuita en nuestra Provincia para entender el sincretismo cultural de éste importante período histórico con nuestra actualidad, cual determina no sólo a una ciudad, si no a todo un continente.
El mismo se encuentra sujeto a nuevas actualizaciones."
Fuentes consultadas:
El Legado de los Jesuitas en Córdoba: Robert Andrew Keegan - Keegan Ediciones S.R.L año 2000
Asesores: Efraín Bischoff y Carlos Page
El Monserrat: Fernando Beato-Juan Manuel Bergallo-Liliana De Denaro-Rodolfo Gallardo-Jose Maria Lascano-Eduardo Moron Alcain-Teodisio Pizarro. 1987.
Historia de Córdoba: Efraín Bischoff - Plus Ultra 1995.
Archivos de La voz del Interior
Paginas Oficiales del Gobierno de Córdoba.