Las Tierras de Guanusacate...
Así llamaban los aborígenes al valle y al río próximos a la actual ciudad de Jesús María, nombre que significaría "agua muerta" o "río seco".
Con la llegada del español, se comenzaron a entregar tierras en mercedes tendientes a facilitar el desarrollo de aquellos pioneros. Esta región pasó abruptamente de ser dominio exclusivo del aborigen a constituirse en propiedad de don Pedro Deza, encomendero español, beneficiario de la merced otorgada por el teniente de gobernador don Lorenzo Suárez de Figueroa.
Entre los años 1575 y 1576, don Pedro Deza construyó un molino y su vivienda, y posteriormente transfirió su propiedad don Alonzo de la Cámara. Este cedió una parte a Juan Rodriguez Cardero, pero en 1609 ambos le vendieron al alférez real de la ciudad de Córdoba, don Gaspar de Quevedo, a quien la Compañía de Jesús le compró estas tierras de Guanusacate.
"Sepan cuantos esta escritura vieren, como yo, Gaspar de Quevedo, vecino y alferez real de la ciudad de Córdoba - Provincia del Tucumán - otorgo por la presente, que por mí, y por mis herederos y sucesores, vendo realmente al Colegio de la Compañía del nombre de Jesús de dicha ciudad, y en su nombre y para dicho Colegio, al P. Pedro de Oñate, Provincial de la dicha Compañía, es a saber: las tierras y chacras que tengo y poseo en Guanusacate, ocho leguas poco más o menos de la ciudad...
....Y las dichas tierras, viña, molino, edificado y plantado en ellas, y ganados; y los demás que se declara, y va mencionando, todo lo vendo por precio y cuantía de $8.000 corrientes de a ocho reales, que ahora me da en pago el dicho P.Provincial..."
Fragmento de la escritura de compra de las tierras de Guanusacate por parte de Compañía de Jesús, 15 de enero de 1618.
Documento único donde detalla las transacción a la Compañía - Perteneciente al museo de dicha estancia denominada MERCED
Locación
De Guanusacate a Jesús María
El padre Diego de Torres fue el primer provincial, o máximo responsable, de la provincia jesuítica del Paraguay, cuya sede era Córdoba. Ejerció este cargo desde 1608 hasta 1614,tiempo en que el accionar misionero jesuítico estuvo constantemente dominado por la escasez. Los Jesuitas, lejos de quedarse sólo en la discusión sobre la distribución y tenencia de los bienes, platearon también la generación de riquezas, sabiendo de la imperiosa necesidad de contar con recursos que garantizaran la continuidad de su obra, como por ejemplo el Noviciado y el Colegio Mayor (posterior universidad).
En este conexto, en la segunda década del 1600, la Orden se había lanzado en la organización de estancias,para lo cual tenía una ventaja inmensa: el cabal conocimiento del territorio a través de sus misiones volantes.
En 1614, el General de la Orden,Claudio Aquaviva,reemplazó a la máxima jerarquía de la provincia del Paraguay. De esta manera, y tras una intensa gestión, el padre Diego de Torres era sustituido por Pedro de Oñate.
Justamente bajo su administración, el padre Pedro de Oñate compró para la Compañía las tierras llamadas Guanusacate al alférez real Gaspar de Quevedo. Dicha transacciónse llevó a cabo el 15 de enero de 1618, y desde entonces, los Jesuitas impusieron a esta propiedad el nombre de Jesús María, en sustitución del primitivo Guanusacate, poniéndola bajo la protección de San Isidro Labrador. Esta estancia tenía como finalidad el mantenimiento del Colegio Máximo.
Además, el matrimonio Quevedo donó a la Compañía los derechos de los tributos de los indios de la región, los que seguramente pasaron en otras condiciones bajo la órbita de los religiosos, ya que los Jesuitas eran contrarios a la institución de la encomienda. Al poco tiempo, en mayo de 1618, la estancia fue ampliada debido a una donación realizada por don Luis Quiñones de Osorio, por lo que la estancia de Jesús María se extendió una legua a ambas márgenes del río,
y tres leguas por su cauce.
Esquema de la estancia
La estancia jesuítica
Los antiguos propietarios de este establecimiento rural ya habían plantado unas 20 mil cepas de vid y habían dejado un molino en funcionamiento, además de varias cabezas de ganado, cuando los Jesuitas se hicieron cargo de la propiedad. Comenzó así una etapa plena de labor e ininterrumpido crecimiento que se extendió por un siglo y medio, hasta la expulsión de la Orden del territorio americano en 1767.
Los Jesuitas fueron especialistas en la ubicación de sus construcciones, los niveles del terreno y el aprovechamiento del agua. Dentro de aquel marco de la Córdoba de comienzos del siglo XVII, los Jesuitas contaron con esclavos negros para las tareas propias de la estancia, llegando a vivir unos 150 africanos en Jesús María. Las primitivas edificaciones fueron de adobe y paja, las cuales se mantuvieron durante el siglo XVII,hasta que en el primer tercio del 1700 la mejor situación económica de la estancia posibilitó que se levantaran los edificios que han perdurado hasta nuestros días. Las obras iban surgiendo paulatinamente, a punto tal que no habían sido íntegramente finalizadas al momento de la expulsión de la Orden. La dirección de la obras estuvo a cargo del padre Giovanni Bianchi (1), quien residió en Córdoba entre 1729 y 1738, y fue secundado por otro ilustre arquitecto, el hermano Prímoli.(2)
Planos arquitectónicos
General y distribución
Los jesuitas potenciaron la producción vitivinícola, emblema de la estancia, desde donde salió el Lagrimilla de Oro, el primer vino americano servido en la mesa de los reyes de España. Promovieron también los molinos, los sembradíos de trigo y maíz, la fabricación de velas y sebo, curtiembre, telares y una magnífica huerta que proveía de frutas y legumbres.
Instrumental para la vid
La Iglesia
La iglesia tiene el clásico acento del barroco colonial, dispuesta en forma de cruz latina, con una imponente cúpula y bellos detalles de decoración en sus techos. Su construcción se remonta a mediados del siglo XVIII. pero su fachada estaba inconclusa al momento de la expulsión de los jesuitas.
Tiene coro, tribuna, dos sacristías y el frente al igual que el interior estaban inconclusos cuando la Expulsión de 1767, por ello carece de retablo. La espadaña se encuentra en escorzo en la parte posterior del edificio, lleva inscripto 1762, año de su construcción. En su interior se conservan los comulgatorios, un confesionario, los escaños o bancos, el púlpito, la imagen de San Isidro Labrador y el Sagrario del tiempo de los Regulares.
Tras la Expulsión de los Jesuitas y durante el siglo XIX la Iglesia sufrió intervenciones que no corresponden a la arquitectura jesuítica, se adosaron a la fachada columnas y un campanario, que a decir del Arquitecto Mario Buschiazzo, son obra de modestos albañiles locales hacia 1870.
Tras la restauración de la Iglesia y la construcción de la parroquia de la ciudad de Jesús María dejó de ser un espacio para prácticas religiosas. En el presente es escenario para conciertos, exposiciones, presentaciones de libros, encuentros corales, entre otros.
Interior, cúpula y campanario de la iglesia
vista del interior del patio
Tierras y vinos
Los jesuitas no fueron los primeros en vislumbrar las potencialidades que brindaba la explotación de la tierra, sino que los mismos colonizadores españoles advirtieron, apenas llegaron, la desagradable realidad que les tocaría enfrentar en soledad y carencia de lo indispensable para la subsistencia.
De este modo, la tierra se presentó como singular auxilio, frente a una primitiva economía donde todo estaba por hacerse.Con el tiempo se sumó una importante posibilidad de ingresos remanentes aparecidos con el crecimiento de la producción. De allí entonces que varios emprendimientos fueron
lentamente floreciendo como la manufactura textil, cría de mulas, vitivinicultura y elaboración de cueros.
Los jesuitas no quedaron fuera de este sistema, por el contrario, muy pronto se pusieron a la cabeza de todos estos emprendimientos con notable éxito.Primeramente recibieron las propiedades en las afueras de la ciudad, tanto igual en donaciones como en compras. En este sentido los hijos de Ignacio respetaban ciertas normas para la adquisición de tierras, con el único fin mentener sus propios colegios y actividades. Tenían un acabado conocimiento del territorio donde actuaban, debido a sus continuas incursiones por el campo, a donde llevaban sus misiones volantes.
En el momento de adquirir tierras era cuando aparecían una serie de requisitos que se volcaban en un informe llamado "Razón de Utilidad". Allí se delineaban los beneficios y desventajas que podría ocasionar la adquisición. A través de datos empíricos se evaluaban las dimensiones del campo, la ubicación, deudas, hipotecarias, ingresos obtenidos y posibles necesidades de capital e inversiones potenciales. Sólo una vez tomada la posesión de la tierras el proyecto comenzaba a materializarse en forma gradual.
Los establecimientos rurales jesuíticos se convirtieron así en unidades casi autosuficientes o de producción diversificada, con talleres de carpintería, telares, herrería y algunos casos de fabricación de cerámicas. Pero también tuvieron ciertas inclinaciones a la especialización,aunque de ninguna manera eran excluyentes a otras necesidades que debían afrontar los colegios por un lado y el sistema jerárquico por el otro.
En sus estancias prevaleció la minuciosa administración, la buena relación con esclavos y conchabados, la utilización racional de la tierra y en consecuencia rendimientos superiores al resto de quienes participaban en la economía rural. Mantuvieron con estas premisas un sostenimiento continuo hasta la expulsión.
El padre Provincial Pedro e Oñate fue quien compró Caroya y Jesús María, aunque la primera al poco tiempo se vendió a Duarte y Quirós, quien en el ocaso de su muerte la donó a los Jesuitas. No obstante, en Jesús María,comprada en el verano de 1618 a Gaspar de Quevedo, se registró el ritual tradicional para la adquisición y ocupación de tierras. Es así que para la ocasión asistió el Provincial junto con el hermano Juan Pérez, quienes tomaron posesión de las tierras con el protocolar acto en el que el comisionado Antonio Barreto, tomándolos de la mano, los introdujo en la propiedad adquirida y éstos, en señal de posesión, se pasearon pacíficamente por las mismas arrancando hierbas y sin contradicción de persona alguna.
La Estancia, que pasaría a llamarse de Jesús María, contaba con una variada diversidad de ganados y herramientas, pero sobre todo con 20 mil cepas de viña, que se sumaban a la elaboración de otros productos como trigo, harina, cereales y sal.
Desde entonces la estancia comenzó a incrementar su producción y superficie. Sus vinos alcanzaron notoriedad y llegaron a la mesa del Felipe V, primer monarca de la casa de los Borbones. Efectivamente, el rey tenía especial simpatía en el Lagrimilla, nombre que llevó el vino que se fabricaba en las bodegas y lagares de Jesús María. Fama que se prolongó en la historia...
Carlos A. Page
La estancia sin los Jesuitas
En 1767, en medio del crecimiento sostenido de la estancia, llegó la trágica noticia de la expulsión de la Orden por mandato real.Como todas las otras propiedades jesuíticas, Jesús María pasó a ser administradora por la Junta de Temporalidades,etapa en la que decayó sensiblemente hasta llegar casi al abandono total.Finalmente, en 1775, este establecimiento rural salió a remate, siendo comprada por Orencio Correas.
Pero a los pocos lustros llegaron tiempos violentos. Después del grito de libertad del 25 de mayo de 1810, las Provincias Unidas enfrentaron la Guerra por la Independencia, la que se libró mayoritariamente en el Noroeste del país. La estancia de Jesús María, situada a la vera del Camino Real, verdadera columna vertebral de las comunicaciones, fue testigo del paso de las tropas nacionales hacia el frente de batalla, como así también lugar de descanso de los generales San Martín y Belgrano.
camino real
El uso de la estancia también se extendió durante las luchas fratricidas por las organización nacional, especialmente entre unitarios y federales,alojándose por entonces en ella diversos protagonistas de la historia como los generales Paz, Lavalle y Quiroga, entre otros.
Una vez alcanzada la unidad nacional,en la segunda mitad del siglo XIX, otros personajes ilustres visitaron la estancia, como Dalmacio Vélez Sársfield y Domingo Faustino Sarmiento.
Fue justamente durante la presidencia de Sarmiento (1868-1874),que comenzaron a llegar las vías del ferrocarril al territorio cordobés. Hacia 1873, y ante el tendido del ferrocarril del Norte, el propietario de la estancia de Jesús María, don Pío León, mandó a trazar una planta urbana junto a la estación ferroviaria al otro lado del río, surgiendo así la ciudad de Jesús María.
Lamentablemente, las primeras décadas del siglo 20 encontraron a la estancia de Jesús María en estado de abandono y hasta habitada ilegalmente por varias familias. El 14 de mayo de 1941, la estancia fue declarada Monumento Histórico Nacional, y se iniciaron los trámites de expropiación y restauración, estando estas obras bajo la dirección de los arquitectos Mario Buschiazzo y Carlos Onetto.
En 1945, el presidente de la Comisión Nacional de Monumentos, Museos y Lugares Históricos, doctor Ricardo Levene, invitó al padre Tomás Travi, Provincial de la Compañía, a organizar un museo en la estancia.
Una vez aceptada esta iniciativa, la responsabilidad recayó en los padres Guillermo Furlong, Juan Pedro Grenón y Oscar Dreidemie,convirtiéndose este último en el primer director del museo.
En 1946 había finalizado la primera etapa de la restauración y armado las primeras colecciones, pero la inauguración oficial se produjo el 2 de agosto de 1956.
Imagen del edificio hacia 1940,antes de la restauración dirigida por los arquitectos Buschiazzo y Oneto.
Vista actual, restaurada
(1) Bianchi, (2) Prímoli - Arquitectos que dejaron su impronta en gran parte del mobiliario Jesuita. Ver en artículo "Estancia Jesuita Santa Catalina", del mismo blog, publicado en el mes de Enero.
Giovanni Andrea Bianchi
Arquitecto de profesión
Nació el 24 de noviembre de 1675, en Campione, pequeña ciudad italiana enclavada en terriorio Suizo.Perteneció a una familia de arquitectos y artesanos de reputada tradición, aferrada a los famosos Maestri Campionesi lombardos.
Permaneció en su ciudad de origen posiblemente hasta 1705,encontrándose en Roma en 1716.El único proyecto que se detectado fuera del territorio platense es la fachada y pórtico de San Juán de Letrán, en Roma.
Bianchi se inscribe en el Noviciado jesuítico de Sant´Andrea al Quirinale de esta ciudad, pensando posiblemente en incorporarse a las atractivas misiones del Paraguay.En tal sentido se une a un heterogéneo grupo de novicios de distintos países que organizaron los padres Jiménez y Aguirre. Los alemanes e italianos se encontrarían en Génova, donde Bianchi permaneció alrededor de una mes. Afines de noviembre se trasladaron a Sevilla, instalándose por el término de cuatro meses en su Noviciado, hasta que partieron rumbo a América, arribando al Río del Plata el 13 de julio de 1717.
Bianchi estuvo dos meses en Buenos Aires, viajando luego a Córdoba para concluir el período canónico antes de ser recibido oficialmente en la Orden.
Cumplido el requisito de rigor volvió a Buenos Aires en 1720, junto a los hermanos Savizro y Guinet. Allí permaneció durante ocho fecundos años, realizando obras de gran importancia, como la iglesia del Pilar, la continuación del proyecto de Kraus del Colegio y la iglesia de San Ignacio, además de trazar los planos del Cabildo y las iglesias de la Merced y San Francisco.
Para 1727 se le encargó la fachada de la Catedral metropolitana y al año siguiente, al tiempo que profesaba sus últimos votos, se lo destinó a Córdoba, solicitado por el Cabildo para realizar un presupuesto de la obra de la Catedral mediterránea, donde intervino en varias etapas,sobre todo en la del proyecto de su pórtico. Además, dirigió otras obras de la Compañía, entre las que se encontraban el Colegio Máximo y el Convictorio de Monserrat (hoy Museo "Obispo Fray Antonio de San Alberto"), como las obras de las estancias de Alta Gracia, Jesús María y San Ignacio. Incluso, desde Córdoba posiblemente manda a Buenos Aires el proyecto para la iglesia y colegio de Nuestra Señora de Belén.
Permaneció en la capital de la provincia jesuítica hasta 1739,cuando por escasos meses volvió a Buenos Aires con el objeto de visitar la obra del monasterio de las monjas Catalinas.
De regreso continuó con la construcción de las bóvedas de los corredores y varios aposentos de la planta alta del Colegio Máximo de Córdoba.
Fue precisamente por esta época cuando recién se introducen las bóvedas en las construcciones coloniales y en este aspecto Bianchi fue el pionero, siendo sus sucesores quienes se valieron con posterioridad del por entonces conocido libro del jesuita francés Francois Derand S.J.quien en 1643 escribió un tratado de bóvedas, cuya edición de 1755 estaba en poder de la Biblioteca Jesuítica de la Universidad.
Luego de regresar a Córdoba y tras unos meses de intensa labor en el edificio de la Universidad, Bianchi muere entre sus claustros, a los 65 años de edad, el día de Navidad de 1740.
Estructura desde los pasillos al patio interno
La estancia Jesús María conserva una interesante propuesta Arqueológica dentro del arte Sacro,documetos pertenecientes a la estancia como al Colegio Máximo, piezas únicas de distintos pueblos pre hispánicos correspondientes a distintas etapas.
El museo y sus colecciones
Arquelogía y Etnografía
Del Noroeste y Sierras Centrales del territorio argentino. Estos bienes fueron obtenidos por quién fuera el primer Director del Museo, el P. Oscar Dreidemie S.J. al realizar diferentes campañas por las provincias de Catamarca, Tucumán y Salta, entre los años 1949 y 1960.
De las excavaciones que realizó, obtuvo principalmente piezas de enterratorios, entre las que se destacan urnas funerarias, pucos y vasos realizados en cerámica con diferentes formatos, pectorales de metal, tocados de plumas, punzones de metal y textiles.
Estos objetos pertenecieron a las culturas de La Candelaria, Ciénaga, Condorhuasi, Aguada, Sanagasta, Belén y Santamaría.
Abarcando cronológicamente desde el 300 a. de C. hasta el momento del contacto hispano-aborigen en el siglo XVI.
También se conservan objetos del período de dominación incaica en el Noroeste argentino y piezas que corresponden a los aborígenes que habitaron la provincia de Córdoba antes de la llegada de los españoles. Se trata de cerámicas utilitarias, puntas de flecha pulidas, morteros, figurines, ocarinas, torteros, entre otros.
alguna de sus piezas
El arte sacro
La Colección de Arte Sacro que conserva el Museo adscribe en su mayoría al Barroco, estilo que con el movimiento, la curva, la luz, el realismo y la magnificencia, buscaba a atraer a la mayor cantidad de fieles posibles a través de pinturas, esculturas y grandes templos.El arte barroco hispanoamericano de los tiempos coloniales fue instrumento de evangelización, de difusión del dogma, creencias, prácticas religiosas y litúrgicas, utilizadas por la Iglesia y las ordenes como la Compañía de Jesús.
Esta colección se integra con imágenes, pinturas, platería y ornamentos sagrados, destacándose los procedentes de los talleres de Bolivia, Perú y de las misiones jesuíticas del Paraguay del siglo XVIII.
Otras colecciones: Libros Antiguos, Numismática, Porcelanas, Objetos de uso cotidiano etc.
La estancia en la mirada de artistas
D.Jappert - M.Guillen
Ciclo de música barroca Internacional aún en vigencia
Imágenes sin tiempo
"El objetivo del blog, si fin comercial,es visibilizar el legado Jesuita en nuestra Provincia para entender el sincretismo cultural de éste importante período histórico con nuestra actualidad, cual determina no sólo a una ciudad, si no a todo un continente.
El mismo se encuentra sujeto a nuevas actualizaciones."
Fuentes consultadas:
El Legado de los Jesuitas en Córdoba: Robert Andrew Keegan - Keegan Ediciones S.R.L año 2000
Asesores: Efraín Bischoff y Carlos Page
http://www.carlospage.com.ar/
El Monserrat: Fernando Beato-Juan Manuel Bergallo-Liliana De Denaro-Rodolfo Gallardo-Jose Maria Lascano-Eduardo Moron Alcain-Teodisio Pizarro. 1987.
Historia de Córdoba: Efraín Bischoff - Plus Ultra 1995.
Archivos de La voz del Interior
Paginas Oficiales del Gobierno de Córdoba.
Museo jesuitico Jesús María
estanciajesusmaria.org